miércoles, 9 de marzo de 2016

Lechuza común en peligro de extinciòn:

Lechuza común o Tyto alba gracilirostris, también la lechuza común cuenta con una subespecie endémica en las islas Canarias, donde su distribución actual se limita a las islas más orientales. No se dispone de datos fiables del tamaño de su población, pero sus necesidades biológicas parecen hallarse en precario ante la acelerada destrucción del medio, los cambios agrícolas, el uso de venenos y otras amenazas.
La lechuza común tiene una distribución mundial muy amplia, entre las latitudes 40″ N y 40″ S, lo que ha favorecido su diversificación en varias subespecies. La canaria cría sólo en las islas de Alegranza, Lanzarote y Fuerteventura, aunque seguramente se presenta de forma esporádica en Montaña Clara, La Graciosa, Lobos y el Roque del Este. Es muy posible que en el pasado criara en La Gomera y Gran Canaria.

BIOLOGÍA

Al contrario que su pariente peninsular, la lechuza común ocupa en Canarias ambientes más naturales y con menor presencia humana: terrenos con barrancos, cantiles costeros, laderas, cráteres volcánicos y espacios similares, donde existan cavidades en las que pueda instalar el nido o un dormidero. Los espacios amplios y llanos, como los jables arenosos, limitan su área de distribución al no ofrecer este tipo de refugios. El alimento lo obtiene por lo general en ambientes más humanizados y consiste básicamente en ratones, aunque en algunas islas menos habitadas captura con preferencia otras especies, como perenquenes (salamanquesas) en Alegranza o incluso otras aves como paíños en esta misma isla y en Montaña Clara.
En Canarias existe también la especie nominal T. a. alba, que ocupa las islas centro occidentales y selecciona el mismo tipo de hábitat que gracilirostris. Parece muy probable que realice desplazamientos hacia otras islas, y la dificultad de distinguir ambas subespecies en vuelo complica la realización de estimas de población de gracilirostris, que se encuentra en peligro.
ASÍ SE MUEVE
En principio, se trata de un ave sedentaria, pero no es descartable que se desplace entre las islas y que frecuente, incluso, los islotes próximos a ellas.

AMENAZAS

No hay estudios concretos que permitan asignar la incidencia de las distintas amenazas sobre la población canaria de lechuzas. Sin embargo, el pequeño tamaño de ésta y la existencia real de una serie de factores que potencialmente pueden afectarle obligan a situarla en una de las más altas categorías en la lista de especies amenazadas.
Una de las principales causas de mortalidad de aves adultas o volanderas podría ser el atropello en las carreteras, ya que muchas lechuzas desarrollan su actividad cazadora en sus proximidades. Existen datos de algunos años que parecen apoyar esta idea: por ejemplo, en apenas cinco años entre 18 y 36 aves murieron en carreteras de la isla de Lanzarote, y 7 más fueron halladas muertas en Fuerteventura en un periodo de tres años.
El abandono de la agricultura también parece afectar a la Lechuza, pues trae consigo una disminución de las poblaciones de roedores. En Fuerteventura, la reducción de la superficie cultivada ha supuesto más del 99% de la existente a principios de la última década. Por otro lado el medio natural ha experimentado fuertes cambios con la construcción de edificaciones, extracciones de grava y material de cantería, o construcción de carreteras y otras infraestructuras.
En las zonas donde aún persisten las prácticas agrícolas, el uso de pesticidas y venenos contra las plagas de ratones en cultivos y establos puede estar causando una alta mortalidad de rapaces. Actualmente, se están empleando anticoagulantes contra los ratones que frecuentan los corrales de ganado, pero estos fármacos afectan de igual manera a las lechuzas que consumen los ratones envenenados, y son difíciles de detectar en las aves muertas.
La caza ilegal se cobra la vida de un número indeterminado de lechuzas: entre 1985 y 1990 se calcula que murieron cerca de 15 lechuzas al año por esta causa. La colisión con tendidos eléctricos es, asimismo, otra causa de muerte de aves adultas. Las molestias en las zonas de nidificación son otro factor de riesgo, que viene de la mano de las actividades deportivas como la escalada y la espeleología en Lanzarote; también se conocen casos de expolio de nidos en Fuerte ventura.
Ante esta situación, parece evidente que el primer paso a dar es la realización de estudios que permitan asignar de manera fiable el impacto de cada tipo de amenaza sobre la población de lechuza. Por otro lado, resulta urgente conocer el tamaño, distribución y tendencias de dichas poblaciones. De estos estudios debe deducirse la ubicación de puntos negros de mortalidad de adultos, como carreteras y tendidos eléctricos, y la incidencia de la actividades deportivas para poner en práctica medidas que las regulen. En segunda instancia, resulta imprescindible desechar las campañas de exterminio de roedores a base de ciertos productos que afectan de forma grave a depredadores que, por otro lado, son por sí mismos eficaces rodenticidas.
Por último, es necesaria la protección de aquellas zonas que revistan importancia para la cría oalimentación de las lechuzas y el fomento de la agricultura tradicional donde la utilización de plaguicidas sea objeto de un mayor control.
Es difícil hacer un cálculo de la población, ya que puede pasar inadvertida en alguno de los muchos barrancos y cantiles de las islas. Las estimas realizadas en Lanzarote indican un cierta regresión en los últimos años y podrían ser indicativas de lo que ocurre en el resto de las islas. No parece probable que haya más de 3-4 parejas en Alegranza, y la población total de Fuerteventura y Lanzarote seguramente no exceda de unas 150 parejas.

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